Festeja La Habana su aniversario 495

Por: Reyna C. Turro Caró

La Habana, ciudad añeja que conserva magia y encanto, Se erige bañada de mar y orgullosa de su historia, como legítima exponente del paso del tiempo a través de su arquitectura, unas veces majestuosa, otras sencilla pero elocuente, capaz de hablar por si misma de quienes le habitaron y caminaron por sus calles.

Con sus fortalezas cuenta del enfrentamiento a navíos, sus plazas y parques cómplices de pasiones, también rememoran la vida comercial, o la cruel venta de esclavos en la etapa de la colonia. Las ceibas robustas y antiguas hablan de tradiciones, mientras las calles adoquinadas aun devuelven el sonido de calesas y quitrines, que se entrelaza con idiomas diferentes de personas en un constante ir y venir en función de conocer la urbe.

Las esquinas susurran de anteriores conspiraciones revolucionarias y clandestinaje, y hasta entonan compases de rumba con sabor a tabaco y ron, comentan de un posterior andar entremezclado de españoles, criollos africanos, árabes, chinos, de una raza única fruto de esa combinación exquisita: los cubanos.

Orgullosos de su estirpe, los habaneros construyen, se superan, desarrollan las ciencias, las técnicas, las industrias, nuevas formas de comercio y de turismo, creen en un futuro mejor y ponen su esfuerzo en hacerlo realidad.

Así transcurren los días en una ciudad que crece y que rompió las fronteras de las murallas, para extenderse hacia Este y Oeste en el litoral y hacia el Sur buscando el verdor más fresco,  emprendiendo el desarrollo de una metrópoli que se moderniza sin olvidar sus orígenes, fiel a su historia de luchas independentistas y de la libertad conquistada por sus hijos.