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La justicia en el Imperio ciega y además sorda

Por. Reyna C. Turro Caró

Quien pretende erigirse paladín  de la lucha contra el terrorismo, el Gobierno de Estados Unidos de Norteamérica, se quitó la máscara en el proceso judicial  que inició contra Luis Posada Carriles, terrorista a quien se limitan a encausar por mentir a las autoridades federales migratorias y no por las acusaciones que sobre él pesan por asesinato y sabotajes en varios países.

Los testimonios del mercenario Francisco Chávez Abarca, juzgado en Cuba el 20 y 21 de diciembre último, así como el de Raúl Ernesto Cruz León y el de Rodríguez Llerena, -quienes cumplen sentencia por cometer actos terroristas contra La Mayor de las Antillas- apuntaron hacia Posada Carriles como el organizador y máximo responsable de los atentados contra las instalaciones turísticas cubanas.

Como consecuencia de esas acciones perdió la vida el joven italiano Fabio Di Celmo y el país sufrió daños materiales.

Pero si eso no bastara para condenarlo, el propio Posada Carriles en julio de 1998 en entrevista que fuera publicada el 12 y 13 de julio, en los propios Estados Unidos, hizo alarde de ser el autor de esos atentados y del sabotaje contra el avión cubano en Barbados en 1976, cuando perdieron la vida 73 personas.

La justicia norteamericana no solo es ciega en ese juicio sino también sorda a los reclamos, que desde Venezuela y Cuba se hacen contra el connotado asesino, que goza de amparo en territorio norteamericano.

Las autoridades judiciales fingen no escuchar además a las personas de buena fe que se agrupan en las afueras del tribunal para reclamar la condena del encausado y ofrecen sobradas razones para que así sea.

Lo que ocurre con Posada Carriles solo muestra una vez más la doble moral del Imperio y el contubernio del gobierno con la Fundación Cubano Americana, organización a la que inclusive le suministra fondos.

Una prueba de ello fueron las declaraciones públicas de apoyo que ofreció el congresista republicano David Rivera a Luis Posada Carriles, quien aseguró al asesino que el juicio estaba ganado.

Cuando Estados Unidos desencadena guerras, avasalla pueblos enteros y lleva la violencia por el mundo en una supuesta cruzada contra el terrorismo, deja en libertad en su propio territorio a un connotado terrorista internacional confeso.

Al mismo tiempo mantiene injustamente tras las rejas a cinco luchadores antiterroristas cubanos que solo impedían que organizaciones anticubanas  radicadas en La Florida sembraran el terror y la muerte en La Mayor de las Antillas. ¿Cómo entender semejante contradicción?

Sin lugar a dudas, una vez más, el Imperio retira su máscara para mostrar su verdadero rostro.

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